Despedirme de ti ha sido de las cosas más desesperanzadoras que me han pasado últimamente y eso que últimamente todo se ha llenado de desesperanza. No puedo caminar por la ciudad sin recordarte o sin pensar que debimos haber caminado por ahí también. Mis ojos comienzan a anegarse de nuevo, pero esta vez, sin embargo, no es de enojo o decepción, es de sentimiento por saber que no estarás en mi cama más, porque aunque hayamos prometido con un anillo, siempre existe la otra posibilidad.
Hay tantas cosas que debimos haber hecho y que probablemente no hagamos ya nunca, juegos que debimos haber terminado y que creo que inconscientemente no terminamos por tener algo que nos mantuviera juntos.
Proponerte hacer recuentos y que te negaras me ilusiono un poco, el que me hayas dado tu parte de hilo me hizo ser un cliché, ese que se vuelve el momento previo al clímax final de la película...
Pero debo dejar de presionarte y hacerte crecer, debo dejar que te tropieces tu solo y volver a lastimarte si es necesario, para que me sueltes y corras lo que quieras correr, para que así, un día, decidas caminar de mi mano como solíamos.
Si no paraba de repetir a lo que olías era para no decirte que me encanta como hueles, si te mordía era para no tener que besarte, si te hice llorar era para no tener que recordarte, aunque nunca vaya a dejar de hacerlo, aunque no quiera dejar de hacerlo. Los susurros así como la luz que se nos apagó (literalmente) se van a quedar bien adentro, se van a quedar esperando por otros.
Y aunque me volví a sentir completa estando contigo, de ti aprenderé, de esto lo haré.
Ten, te regalo mis ojos, mi cabello y por sobre todo, te regalo mi persona, tu persona, esa que siempre va a estar en tus recuerdos y en tu historia.
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