Los oídos de ambos estaban muy sensibles, los sonidos se amplificaban magnificamente y no eran capaces de soportar mas que sus propias voces. Hablaban en voz baja. Trataban de no tocarse, las caricias eran choques para sus nervios y reproducían placeres que ni tras horas en la cama se lograban. De repente reían, de repente se abrazaban y se soltaban porque no eran capaces de soportarse tan cerca. Los ojos de ambos estaban explosivos, las pupilas estaban fuera de lugar. Pronto acabaron sin la parte superior de la ropa y sin pensarlo se besaban, se olían, se fantaseaban.
Él quería alejarse del aroma, murmuraba cosas sin sentido al nulo entendimiento de ella y sólo le gritaba que volviera a acostarse a su lado. Se tapaba la cara, la cabeza le daba vueltas. Él regresaba y de nuevo se encontraban provocando al otro.
El techo llamaba su atención, el sonido de los autos por la ventana, los maullidos de los gatos circundantes, el raspar del aserrín, las cortinas y la pared era todo lo que se veía.
Cada uno estaba en una realidad distorsionada del otro. Quien sabe cuantas cosas se estaban imaginando.
Así pasaron algunas horas. Estaban tan encerrados en ellos mismo y en ese cuarto que a veces salían demonios propios, las cosas por momentos se tornaban peligrosas para ambos, se gritaban y se sollozaban.
El no poder besarse como querían a él lo estaba sacando de quicio, ella sólo pensaba en que no era tan importante el discurso que él estaba recitando. El que pasaran las horas y no se percataran era una secuela de todo aquello.
Se levantaron de la cama, se vistieron como pudieron, discutieron, él lloró, ella se asustó. Caminaron a la calle a la mitad de los efectos, no notaron muchas cosas, atravesaron unas cuantas calles, se abrazaron un poco.
Ella logró sanar un poco del dolor que le impedía saborear las sensaciones que no había experimentado antes y que ya la frustraban en demasía. Se rieron un poco más del estado en que estaban, ataban cabos torpemente y se sorprendían un poco de las razones que los habían llevado a estar en tan mal estado. Volvieron a acabar entrelazados, no había mas que todo aquello. El futuro inmediato no era tan importante. Jugaban con sus cuerpos, con sus caderas, con sus labios y cuellos. De nuevo las horas pasaron y ni se percataban de que todo aquello era absurdo en el momento. Querían mas y sabían que nada era personal.
Temblaban, sudaban, no soportaban.
Aun faltaba por terminar, pero ellos ya habían terminado con su tiempo, no había mas que terminarlo cada quien por separado. Temblaron de frío juntos por última vez y con un beso mas bien apresurado terminaron el delirio que habían producido juntos.
Hablar de lo que cada quien vivió en su cabeza, de lo que cada quien reprodujo en su realidad es tan incomprensible.
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