miércoles, 3 de marzo de 2010

De ella, la que llora

Y todo comenzó porque la aconsejaba.
Tenía días sin llorar de ésa forma pero era más que obvio que necesitaba desahogarse.

-Te hace falta salir a distraerte

Y aunque la aconsejaba él sabía que ni él mismo había podido olvidar a su carabela "la de piernas largas que produce palpitaciones". Éso bien lo sabían ambos, así que sus consejos perdían todo lo sabio que podían tener.

Y comenzaron a hablar sobre sus amores de a rato, y a hablar sobre los de almohada. De los únicos que podían aparecer en sus sueños e intranquilizarlos por la noche.

Ella estaba aferrada a la idea de que nada servía, que no podía hacer que no existía, ¿cómo se olvidan ésas batallas en la cama? ¿cómo se olvidan las calles en la que se caminan a un lado del otro?.

Él insistía en que lo que el año pasado pasó, se queda en el año pasado, pero siempre al hablar de ella, aun se notaba la pasión -aunque la usara para querer olvidarla-.

Así que se hicieron compañeros de la misma pena amorosa aunque él no quisiera reconocerlo.

-Date oportunidad con más gente, aunque debes saber que no te volverás a enamorar

Éso lo sabía de sobra, siempre lo había sabido. Porque al intentarlo siempre perdía interés, nadie la llenaba, nadie la hacía sentir así.

Ella volvía a estar desesperada, con ganas de llorarle a la luna y pedirle a las estrellas que se apiadarán de ella y la incitarán a quedarse en la batalla -que todos aseguraban- no estaba perdida.

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